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Ferrán Adrià

En enero de 2018 abrirá un nuevo laboratorio de innovación en Barcelona, España.

El chef catalán Ferran Adrià es una máquina de ideas. En su cabeza siempre se están cocinando proyectos: libros, fundaciones, conferencias, viajes. Nunca para. Aunque cerró desde hace cinco años El Bulli, el restaurante que lo llevó al escenario mundial de la gastronomía, siempre está listo para ir un paso delante de los demás.

Por estos días, su mente está enfocada en varias cosas. Por un lado, en enero de 2018 abrirá en la Cala Montjoi un nuevo laboratorio de innovación, al que ha bautizado con el nombre de elBulli1846 (el número elegido corresponde a las recetas que se crearon desde 1983 hasta 2011 en el restaurante).

Por otro lado, bajo el sello editorial Phaidon, publicará en español los siete últimos tomos con las recetas hechas entre 2005 y 2011, la época más prolífica de este lugar. Esto hace parte de un proyecto editorial gigantesco que reúne todas las creaciones culinarias de este restaurante en más de 7.000 páginas.

Paralelamente, comenzó un proyecto, también enorme. Se llama Te cuento la cocina, y pretende explicarle a los niños, y en general, a la familia, el origen de los ingredientes, por qué deben comer esto o aquello de una manera didáctica y divertida.

Por supuesto, hay más, siempre hay más. Investigaciones con universidades y búsquedas profundas desde diversas disciplinas sobre su gran pasión, la gastronomía, lo obsesionan a diario. 

El pasado 30 de julio se cumplieron cinco años del cierre de El Bulli. En retrospectiva, ¿qué es lo que más extraña del restaurante?

No extraño nada. Cuando decidimos cerrarlo sabíamos que el restaurante acababa como proyecto. No tenía claro qué me iba encontrar después, pero no me ha hecho falta nada. Además, la decisión la tomamos luego de haberlo reflexionado mucho.

Juli Soler, su amigo y la persona que descubrió su talento, murió hace un año. ¿Cuál fue la mayor lección que aprendió de Soler?

Juli era como de la familia, no era un socio. Hicimos un proyecto conjuntamente donde lo más importante que aprendí de él fue el romanticismo de creer en algo, antes que en el dinero, una cuestión que en el mundo actual es casi imposible.

Próximamente saldrá en español los siete volúmenes con las recetas de El Bulli entre 2005 y 2011. El último volumen se centra en la evolución creativa del restaurante. ¿Qué es lo que más le impresiona, a nivel gastronómico, de esa época?

Hay muchos detalles, hechos, hitos, no solo para El Bulli sino para la gastronomía en general. Al Bulli hay que entenderlo desde que inicia su andadura hasta que Juli y yo llegamos allí en 1987 y nos quedamos. Luego iniciamos una nueva aventura hasta 2011. Durante la última etapa, a nivel creativo, se dio la consolidación del estilo, muchas técnicas nuevas, degradaciones diferentes, una filosofía muy definida, incorporando sabores con mucha sal.

¿Cómo cuáles?

Probablemente, diría que Japón. Ten en cuenta que, en la alta cocina, Japón no existía y nosotros descubrimos que este país era entender la vida misma y no solo un tipo de cocina. Así que lo incorporamos a Occidente, algo que fue bastante revolucionario.

En enero de 2018 abrirá un nuevo laboratorio de innovación. ¿En qué se diferencia del que tiene actualmente?

Se diferencia en que en el nuevo lab hay una parte práctica, no solo teoría como en el Bulli Lab. Además, aquí vamos a tener la misma cocina que había en El Bulli, la estamos haciendo más grande…

¿Pero eso no implica que va abrir de nuevo el restaurante?

No, va a ver una creación en la cocina, pero esto no significa que vamos abrir un restaurante. Ya sé que es extraño, porque habitualmente la gente crea para mostrar. Pero la cuestión es que aquí estamos abriendo un espacio del que no hay referencias en la historia. No hay nada como elBulli1846. Así que cuesta explicarlo, entenderlo, pero poco a poco la gente lo irá comprendiendo un poco más. Eso nos pasó con el Bulli Lab, y ahora, poquito a poquito, las personas lo han entendido.

La prensa española señala que este nuevo laboratorio tiene inspiración de Salvador Dalí…

Estamos en la misma zona y tenemos un paisaje increíble, pero no hay ninguna conexión porque él hacía pintura y yo hago cocina. La inspiración seguramente será que, como grandes artistas, tenemos el concepto de asumir riesgos y de ser libres. Dalí hacía lo que quería y, en nuestro caso, también hacemos lo queremos.

Actualmente está trabajando en el proyecto infantil Te cuento la cocina. ¿Cómo ha sido esa experiencia?

Es un proyecto que va a durar varios años. Esperamos ir a Colombia y a toda América Latina el año que viene con Telefónica, que es nuestro partner tecnológico. Esto es un cordón umbilical de todo el megaproyecto que estamos haciendo, diseñado no solo para los niños sino para la familia, porque todos tienen que comprender lo que comen y porqué comen esto o lo otro.

Usted ha logrado todo lo que un cocinero le gustaría lograr en la vida. ¿Cuál es su próximo gran reto?

Seguir siendo feliz, como todo el mundo. Todo lo que yo he hecho es para ser feliz, algo tan sencillo, pero tan difícil a la vez. Ahora tengo un reto muy grande, porque el Bulli Foundation es un poco complejo y difícil, pero me motiva a seguir adelante.

*Por: Revista Diners 

José Contreras

El nortesantandereano condice con su esposa una microempresa de yogur artesanal en Chinácota. 

Hace 16 años José Contreras empezó a producir yogur artesanal para un pequeño comerciante de Los Patios, sin saber cómo prepararlo. Se llevó para Chinácota los tanques y los refrigeradores que su jefe le dio, y junto con su esposa, Rosmira Dasas, aprendieron a ensayo y error.

El yogur que elaboraban era casero, hecho con replique; es decir, a base del cultivo de otro yogur, pues así lo hacían otros negocios de la región. José recuerda que al principio perdían muchos litros de leche porque el yogur no espesaba. “A veces quedaba ácido, a veces baboso, otras veces espeso o muy aguado”.

Inquieto porque el producto no salía como esperaba, empezó a buscar otro método de preparación que funcionara. “Empezamos a medir la leche con temperatura y a traer nuestros propios cultivos desde Bogotá para no hacer replique”, explica el nortesantandereano.  

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Con esta adecuación mejoró el yogur. Sin embargo, las frutas que su jefe le proporcionaba no eran las más frescas, lo que afectaba el sabor del yogur. Cansado de esta situación, seis meses después, José renunció y decidió emprender con su esposa.

Comenzaron con la preparación de 10 yogures diarios, que él mismo ofrecía casa por casa en su bicicleta. Así es como nació Conlacteos, la empresa familiar que decidió fundar.

 

Modelo de emprendimiento para exportar

Actualmente, con su esposa Rosmira e hijo mayor Edwin Contreras -quien estudia ingeniería de alimentos en la universidad de Pamplona- tienen una pequeña planta artesanal en Chinácota y allí preparan yogur, arequipe y postres.

“Hemos aprovechado los conocimientos de mi hijo y nuestra experiencia para mejorar el producto y hacerlo delicioso” cuenta con orgullo.

En estos momentos producen aproximadamente 300 yogures de 2 litros a la semana que se distribuyen en 10 puntos en Cúcuta y en su local en Chinácota. El yogur de Conlacteos tiene una textura cremosa y nada que envidiarle a los yogures de producción a gran escala.

Según José, los favoritos de los clientes son los de kiwi y ciruelas. Pero la lista de sabores es más larga: ofrecen 11 sabores en tres presentaciones, entre los que se encuentran yogures inusuales como el de frutos verdes, mandarina o ron con pasas.

Todos los insumos son traídos de la región. La leche que usan se produce en la hacienda Iscalá y las frutas son compradas a pequeños productores de Pamplona, Chinácota o en Cenabastos, en Cúcuta.

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“El gran secreto de nuestros yogures es que no le bajamos a la calidad de los insumos de nuestros productos. Las frutas son cuidadosamente seleccionadas por nosotros, y usamos solo envases nuevos”, expresa José, quien espera que más adelante sus dos hijos tomen las riendas de su negocio.   

*Por: Heidy Espinosa

Fotos: Rodrigo Sandoval 

Édgar Pérez

El empresario pamplonés es el creador del parador turístico 'La Palestina' en el municipio Chinácota. 

Édgar Pérez es un militar retirado pamplonés enamorado de la tierra. Hace 13 años llegó a Chinácota con su familia para poblar una finca llamada La Palestina. Allí deseaba enseñarle a sus dos pequeñas hijas el valor del campo y la naturaleza.

 

En aquella época no existían calles pavimentadas, así que para llegar a la finca, que es conocida en el pueblo como ‘El Espejo’, -situada muy cerca de la vía que conduce al municipio Ragonvalia- era toda una aventura para Pérez. “Todos los viernes por la noche nos veníamos de Cúcuta para pasar el fin de semana en la granja. La vía era de tierra, así que era difícil acceder. A medida que pasó el tiempo, a punta de mulas fuimos restaurando la casa, que tiene 150 años de antigüedad y está hecha de tapia de barro”, contó.

 

Para darle vida a este terreno de tres hectáreas y conseguir que sus hijas se sintieran más conectadas con la casa, don Édgar trajo patos, gallinas, perros, gatos y hasta algunos cerdos. “Convertimos este lugar en un sitio de descanso, recreación y tranquilidad”, añadió.

 

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Luego compró unas vacas para hacer próspero el lugar. Además de la panadería que administra en Cúcuta, comenzó, hace un par de años, a vender leche en el pueblo. Al principio le fue muy bien a la familia, pero con el aumento de los concentrados para alimentar las vacas y de la mano de obra, el pamplonés tuvo que idear otra manera de producir alimentos sin alterar los precios.

 

Así, con una fórmula traída desde Medellín, iniciaron la producción de yogur en cuatro sabores: maracuyá, kiwi, fresa y melocotón, además del clásico yogur natural o griego, en dos presentaciones: uno y dos litros. “Teníamos todas las ganas de sacar este proyecto adelante y funcionó”, aseguró Pérez, mientras saborea un sorbo de tinto y trayendo al presente que con sus hijas -ya convertidas en unas adolescentes- armaba un toldo en la entrada del pueblo para entregar muestras gratis del producto.

 

Para atraer más la atención de los pobladores y turistas del fin de semana, don Édgar se ideó unas camisetas de vaquitas. “La combinación blanco-negro fue la magia para nuestro negocio. Todos se detenían a comprar yogures y en una semana podíamos vender unos 350 envases”, contó.

 

Nace el parador turístico 'La Palestina'

 

Con el crecimiento de este emprendimiento familiar, Pérez negoció un lote en el pueblo, justo debajo de la montaña donde se ubica su finca, para ofrecer los productos lácteos que a diario producen. Así nació, hace seis meses, el parador turístico 'La Palestina',  asentado a unos 100 metros del Hospital de Chinácota.

La constancia y el trabajo honrado ha sido la clave del éxito para este empresario nortesantandereano, quien además de ofrecer productos hechos de forma artesanal y sin ningún tipo de químicos, desea enseñar las bondades de este municipio noble y de fresco clima. Yogures, postres, quesos (filadelfia, doble crema y de hoja), fresas con crema, cremas para untar, avena y hasta café figura en la lista de alimentos que propios y visitantes pueden degustar en este sitio.

 

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El tinto se obtiene de las numerosas matas de café sembradas en la finca de don Édgar. “En Chinácota se produce un buen grano y es importante que tanto los pobladores de Norte de Santander como el resto del país sepa que aquí tenemos un buen tinto”.

 

Otro de los atractivos del establecimiento es su temática de vacas y las atracciones infantiles como columpios, toboganes, tirolesa, entre otros; que están disponibles para los pequeños de la casa completamente gratis.

“Hay que pensar en todos los nortesantandereanos por eso creo que necesitamos lugares para toda la familia. Hay que incentivar el turismo regional y enseñarle a nuestros niños la importancia de conocer y querer el campo”, con esta premisa Pérez busca crear próximamente un sendero turístico, en el cual los pequeños puedan aprender a sembrar, ordeñar y alimentar a los animales.

 

*Por: Alicia Pepe

*Fotos: Rodrigo Sandoval

Alex Atala

Su restaurante D.O.M. ocupa el úesto número 11 en el ranking de los mejores del mundo de la revista The Restaurant.

En lo más profundo de la selva amazónica brasileña, el chef Alex Atala encontró los sabores que lograron llevar a su restaurante D.O.M., en São Paulo, a figurar en la lista de los mejores del mundo –hoy ostenta el undécimo lugar en el prestigioso ranking de la revista inglesa 'The Restaurant'–.

Su secreto –confiesa– es tomar productos endémicos y exóticos de su país y transformarlos mediante técnicas modernas en platos de alta cocina.

Varias publicaciones gastronómicas coinciden en que ir a D.O.M. es una experiencia única. ¿Por qué?

Siempre intentamos emocionar a la gente cuando se sienta a comer durante un par de horas en nuestro restaurante. El mejor suvenir de un viaje y que se queda contigo toda la vida es el sabor de la comida de un país. Es decir, si voy a Colombia, no voy a comer sushi; si voy a Japón, no voy a comer pizza. Lo interesante es descubrir el sabor de la cultura local y D.O.M. tiene un sello muy brasileño. Por eso intentamos que la gente aprenda mucho del país y que se lleve un suvenir de su visita.

¿Cuáles platos son los que más sorprenden en su menú?

Cambiamos constantemente –el menú semanal puede tener unos 20 platos que quizás nunca se vuelven a ver–, porque aprovechamos los ingredientes en su mejor momento. Pero hay unas preparaciones que se deberían probar en D.O.M. como los palmitos, del corazón de palmera, en distintas presentaciones.

También hay unos platos maravillosos hechos con un ingrediente que compartimos Brasil y Colombia: las hormigas que consumen los indígenas del Amazonas. Se convirtió en uno de los trabajos más importantes que hemos hecho en el restaurante. Desde entonces es un ingrediente emblemático que sabe muy bien, es delicioso (en el episodio de 'Chef’s table', Atala describe su sabor como una explosión de hierba limón y jengibre que puede usarse en varias preparaciones).

Otras creaciones que gustan mucho son las que están hechas con base en el tucupí, que es la leche que se extrae de una planta llamada mandioca, fermentada como lo hacen los indígenas. Es una de las expresiones de lo que los japoneses llaman el ‘quinto sabor’ y está impregnada de nuestra cultura.

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¿Tenemos un buen nivel de cocina en Latinoamérica?

El mundo mira hoy con otros ojos a esta región. Por mucho tiempo, la gente no imaginó que teníamos buena cocina. Ahora, por un tema de orgullo,tenemos muy buenos cocineros desde Chile hasta México y se ha visto en la prensa mundial. En 'Chef’s table' somos tres latinoamericanos en dos temporadas y eso habla bien del buen momento.

¿Pero podemos estar en el rango de la comida francesa, por ejemplo?

Creo que sí. Pienso que el mundo de la gastronomía no necesita otro Ferran Adrià (español) o, en el caso de Suramérica, otro Gastón Acurio (peruano). Pero sí necesitamos más gente auténtica como ellos. No tenemos que intentar ser parecidos a otros, pero sí necesitamos personalidades fuertes que incursionen en la cocina.

Entonces, ¿qué nos falta?

Dos cosas: con una no podemos hacer nada y es el tiempo. Así como esperamos el tiempo de cocción de una carne, de un asado, de un pescado, hay que esperar. El camino está hecho y todo es cuestión de tiempo. La segunda cosa depende de nosotros y es promocionar bien la cocina y los ingredientes que tenemos. En América Latina hacemos un aporte muy importante a la cocina del mundo con productos muy de nuestra cultura, como la papa, el maíz, el chocolate, las frutas, y los cocineros somos guardianes de ese gran tesoro, pero debe hacerse de una manera sostenible y cuidando a la gente que los produce.

¿Qué piensa del ‘ranking’ de los restaurantes?

Es importante para el desarrollo de la gastronomía, pero las listas son siempre muy sospechosas, principalmente para la gente que no queda incluida (risas). Por ejemplo, en Suramérica antes no estábamos en ninguna lista internacional, pero ahora debemos estar contentos y hacer lo que podamos para estar adentro y lo más arriba posible.

 

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¿Cómo vivió la experiencia de estar en televisión?

Vi la primera temporada de 'Chef’s Table’ y quedé fascinado. Ellos me invitaron a formar parte de la segunda, pero no sabía qué se iba a venir. La experiencia me pareció increíble y hubo un nivel de profesionalismo muy alto. Me sorprendió que los productores tenían un conocimiento muy profundo sobre lo que hacíamos en Brasil (en la segunda temporada aparecen los chefs Ana Ros, Dominique Crenn, Enrique Olvera, Gaggan Anand y Grant Achatz).

¿Cuál es el principal mensaje de su trabajo?

Que la comida está más allá de la cocina. El entorno es clave para un cocinero y siempre debe tener una relación directa con él.

*Por: El tiempo.com 

María Marte

Estudió pastelería en Santo Domingo y consiguió el sueño dorado de la cocina en España. 

La dominicana María Marte llegó a España en 2003 y fue contratada como lavaplatos en El Club Allard. Hoy es la única cocinera de Madrid distinguida con dos estrellas Michelin y está al frente de un equipo de 30 personas en este restaurante.

Su historia es la de una Cenicienta contemporánea, sin príncipes pero con final feliz, forjada en "la lucha constante, el sacrificio", en vivir "sonriendo todo el día" y, sobre todo, en una cocina "hecha con el corazón", explica en una entrevista con Efe.

El chef Diego Guerrero, hoy en DSTAgE (una estrella), le dio la oportunidad de pasar de la limpieza a la cocina y acabó convirtiéndose en su mano derecha. Cuando él se marchó de El Club Allard en 2013, Marte (Jarabacoa, República Dominicana, 1976) quedó al mando de los fogones, donde desarrolla una cocina mediterránea creativa con dominio de la técnica.

 

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¿Cómo fueron sus comienzos en El Club Allard?

Empecé trabajando por horas en tareas de limpieza, lo compaginaba limpiando una peluquería.

 

Y ahora está al frente del restaurante, ¿Cómo fue la evolución?

Es una evolución de lucha constante, de sacrificio, pero ha sido muy bonito. Me lo pasaba bien en el «office» fregando, pero yo sabía que era una gran cocinera. Cuando estaba fregando, siempre pensaba ¡si yo estuviera del otro lado!, porque era lo que me apasionaba. Un día pedí la oportunidad de entrar en la cocina y se me dio, aunque con unas condiciones muy duras porque me dijeron que tenía que seguir fregando. Acepté el reto y lo cumplí. Ese duro trabajo duró casi tres meses, porque mi antiguo jefe, Diego Guerrero, pidió que me retiraran de fregar porque yo valía para la cocina.

En 2006 me convertí en su mano derecha y en 2007 nos dieron la primera estrella Michelin. Pasé por todas las partidas (pastelería, cuarto frío, carnes y pescados), supuso un gran rodaje. En 2010 ascendí a jefa de cocina y en 2011 llegó la segunda estrella. Me formé mucho en ese largo periodo como jefa de cocina y por eso puedo sostener hoy el cargo.

 

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De ser su mano derecha pasó a estar al frente de El Club Allard. ¿Cómo lo ha vivido?

Ha sido bonito aunque con mucho jaleo. He sabido marcar una transición y un ritmo que el cliente no ha notado siquiera. Seguí la misma línea, pero con mis creaciones, y gracias a no parar en seis meses de mi mandato aquí ya tenía ni propio menú hecho. Cuando Diego (Guerrero) se marchó de forma repentina, los responsables de El Club Allard apostaron por mí. Me preguntaron si quería quedarme al frente y mi respuesta fue ¡denme la oportunidad! Ya vamos por mi tercer menú en un año, lo que nos ha supuesto revalidar las dos estrellas, que era un reto muy importante.

 

Es la única mujer en Madrid con dos estrellas Michelin, ¿cómo se siente?

Como pez en el agua. Ya era hora, tenía que haber una porque somos, como se dice aquí, tres gatos. Ellos, que son grandes profesionales, se pueden mover más fuera de casa, pero la mujer tiene la vida familiar que no es fácil de compaginar con un trabajo que te absorbe todo el tiempo. Las cocineras somos brujas de las buenas, que hemos sabido estar en dos, tres y cuatro sitios a la vez.

 

¿Por qué vino a España?

Llegué en 2003 porque mi hijo mayor, de 8 años, estaba aquí con su padre, para mejorar su educación. Además, desde siempre supe que era una gran cocinera y España era entonces la cuna de la gastronomía.

 

Además tuvo que ejercer como madre coraje...

Tuve que luchar por la custodia de mis mellizos, por traerlos a España, fue muy duro. El salario de lavaplatos se me iba en hablar por teléfono con ellos y en abogados. Gané tres juicios, el padre recurrió dos, pero seguí luchando por ellos y por mi sueño en España, no me rendí nunca y aquí sigo. La lucha ha valido la pena, mis hijos están muy felices aquí conmigo y yo también. Soy una madre guerrera.

 

¿Siempre quiso ser cocinera?

Estudié pastelería en Santo Domingo, me viene de familia porque mi madre fue una gran pastelera, que llegó a vender sus confituras en Estados Unidos. Recuerdo especialmente la de papaya, que era muy peculiar. Me crié entre dulces y fogones, las muñecas de mi infancia fueron utensilios de cocina.

 

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¿A qué sabe su cocina?

Me mantengo firme en la cocina mediterránea aunque tiene matices de mi vida, de mi historia. Es una mezcla muy bonita. Tengo raíces mediterráneas porque mi abuelo era español. Yo ya venía con la mezcla.

 

¿De qué platos se siente más orgullosa?

Me siento muy identificada con la flor de hibiscus con pisco sour y caramelo de pistacho. Cuando me atreví a sacar ese plato de raíces caribeñas al comedor fue muy valorado por los clientes y me tatué la flor en la cadera. Fue una de mis primeras creaciones, que va a cumplir un año, y está llena de sabores, colores y flores, representa mi tierra pero mediterráneamente hablando.

 

¿Con qué se queda de su vida en España?

Con su rica gastronomía. Sin ella no sabría vivir, si algún día me marchara, que espero que no, seguiría comprando productos españoles: mi buen aceite de oliva, mi buen tomate... Hay una infinita variedad de productos españoles que echaría de menos. Pero espero no marcharme nunca de España, me encanta la vida que llevo aquí y si ya tengo mis hijos aquí ¿qué más le puedo pedir a la vida?

 

Habrá algo que no le guste...

Lo peor que llevo es el frío, porque vengo de tierra caliente, de mucho sol, donde los abrigos se resisten. Pero cada año lo llevo mejor, me caliento entre pucheros y fogones.

 

¿Suele viajar con frecuencia a la República Dominicana?

Allí tengo prácticamente a toda mi familia, pero sólo voy en agosto, cuando tomamos las vacaciones en El Club Allard. Lo primero que hago es ir al cementerio (se emociona y llora). Es triste, pero mis padres fallecieron y no pude acompañarlos en sus últimos momentos. Estaba peleando, en juicios por la custodia de mis hijos, no podía salir de España, fue muy duro para mí. Mi madre tenía Alzheimer y cuando me nombraron jefa de cocina, que para mí fue muy importante, ella ya ni me conocía. Es raro en mí que llore, yo siempre vivo con los dientes afuera.

 

Ha logrado cumplir muchos de sus sueños. ¿Alguno pendiente?

Montar una pequeña ONG en mi país, unos talleres para los más desfavorecidos, hay muchos niños allí que necesitan ayuda. Como cocinera, la tercera estrella Michelin, y trabajamos para ir a por ella.

*Por: Portal ABC Gastronomía 

Alenda Orozco

La empresaria cucuteña dirige el restaurante Puro Café. Su especialidad son las paellas. 

Apasionada por lo que hace, esta cucuteña encontró en la cocina el motor de su vida. Desde pequeña le gustaba la gastronomía y aprendió en los fogones a ensayo y error. Es administradora de empresas pero ejerce como chef.

Estudió administración en la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB) y mientras ejercía su carrera empezó a dedicarle su tiempo libre a la cocina. Vivió en España 5 años, país en el cual descubrió la cocina mediterránea y los secretos para preparar paella.

Cuando regresó a Cúcuta en el 2010, empezó a preparar paellas entre su círculo de amigos, luego se dio a conocer al preparar este tradicional platillo ibérico en pequeños eventos familiares y corporativos.  “La paella fue el plato que me catapultó, por el cual me di a conocer” recuerda esta cucuteña, de 38 años.

Recuerda que dividía su tiempo entre el trabajo y su pasión por la cocina. “Cocinaba después de llegar de trabajar en la noche y a veces debía quedarme hasta la madrugada, algunas veces dormía solo 2 o 3 horas”.

“Un día tenía muchas paellas por entregar y a la vez muchas cosas pendientes en la oficina. Me desperté y simplemente no fui capaz de moverme del cansancio. En ese momento supe que tenía que fijar posición sobre su futuro profesional”, rememora.   

Así fue que decidió renunciar a su trabajo como administradora de empresas para emprender su propio proyecto: Puro Café. Aunque su mamá temblaba de los de nervios por lo difícil que es iniciar un negocio con poca inversión, Alenda invirtió sus ahorros: 5 millones de pesos.

‘Puro’ lleva dos años abierto en el Centro Comercial Bolívar y Alenda está muy orgullosa de lo que se ha transformado su idea empresarial. “Empecé en un área chiquita, ese mueble me servía para guardar mis cosas de cocina” recuerda, señalando los gabinetes de madera que están ubicados en el rincón del local.  

El restaurante sigue siendo acogedor y discreto: tiene capacidad para unas 22 personas. En el local de al lado instaló su cocina, que conecta con el restaurante por medio de unas ventanas. Desde esa cocina atiende a los comensales del restaurante y a los individuos y empresas que contratan sus servicios de catering.

 

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¿Cómo fue la transición de la oficina a la cocina?

Fue difícil, pasé de ser una mujer de negocios (empleada) que siempre estaba arreglada y entaconada, a meterme a sartenear, a oler a grasa; me entregué totalmente a mi trabajo, dejé de salir y hasta me subí de peso.

¿Se arrepiente del cambio?

No. Para nada. Es una oportunidad que me da la vida de hacer lo que me gusta y además, la satisfacción de que a los clientes les guste también.

En cuanto a las obligaciones ¿más responsabilidades?

Tengo excelente un equipo que me acompaña en la atención del local y en la preparación de los platos y acá yo soy ‘todera’. Reviso listas de inventario, llamo a proveedores, hago pagos en bancos, las compras de los productos en los supermercados. En el restaurante, salgo y recibo a mis clientes, soy la chef encargada y cierro caja.

¿Y cómo le va en eso de ser jefe?  

Trato de que sea más bien un equipo. Yo formé mi negocio como tal, pero capacité a mis colaboradores, los enseñé a comprar los alimentos, a como servirlos y cómo atender al cliente.

¿En qué cree que favoreció su título de administradora de empresas en la creación de su proyecto?

Más que por mis estudios, yo me formé con empresa. Con mi papá ‘el gordo Iván’ como lo conocían en la ciudad, aprendí sobre cómo hacer compras, sobre administración y manejo de personal, relaciones públicas, servicio al cliente y muchas otras cosas.  

¿Qué más aprendió de su papá?

En su taberna aprendí muchas cosas del negocio. Yo acompañaba a mi papá a todos lados y me formé detrás de la barra. A mí me encanta servir trago, servir hielo, poner aceitunas, me encanta hablar con el cliente. Me apasiona la música, yo soy bohemia. Además, muy nocturna.

¿Por qué escogió este punto para el restaurante?

Antes del restaurante, durante 1 año, tuvimos una cafetería con mi hermano, después mi hermano decidió dedicarse a la taberna (el negocio de mi papá) y yo me quedé con el local.

¿Cómo definiría la especialidad de su restaurante?

Es una mezcla entre platos mediterráneos con un realce de sabores y elaboraciones colombianas. En la carta hay ensaladas, platos de mar, pastas y carnes.

 

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¿Por qué combinar los sabores mediterráneos con nuestra gastronomía?

Hay que tener en cuenta que Colombia tiene unos sabores muy lindos, que merecen ser rescatados y que pueden ser combinados con preparaciones mediterráneas y hacerlos más complejos. Por ejemplo, en la carta ofrecemos unos langostinos 'Puro' preparados en reducción de jerez (aquí la parte española), en hogao y sellados al ajillo. 

Un ingrediente que rescate de nuestra región…

El cilantro y el cimarrón, porque le dan un sabor delicioso a los caldos, o los quesos de hoja, que se pueden combinar perfectamente con unas papas con ajillo, por ejemplo.  

¿Cuál es la experiencia que busca ofrecer a los cucuteños?

La experiencia en ‘Puro’ es comida rica en un ambiente íntimo. Nuestras preparaciones son elaboración casera y eso se nota en los sabores, además hechos para cada uno. Tenemos una carta, pero me gusta ajustarme a los gustos de cada cliente, son platos en su presentación sencillos, sin pretensiones, pero que el comensal los recuerda.

¿Cómo son los comensales cucuteños?  

Puedo hablar de los que vienen aquí o de los que atiendo en los eventos. Hay de todo un poco, pero en general los clientes cucuteños se dejan consentir. Si no saben qué quieren pedir, se dejan aconsejar y algunos se arriesgan a probar combinaciones interesantes en el menú.

¿Qué tan valioso considera que es el servicio al cliente en un negocio gastronómico?

En cualquier negocio es muy importante. Pero en un espacio gastronómico todavía más. En mi caso, yo salgo a saludar a mis clientes, me presento si no me conocen y los asesoro si ellos quieren. Hay que buscar que el cliente se sienta atendido como en casa.

¿Es ‘Puro’ su sueño cumplido?

Yo monté un café, donde uno puede tardear para tomarse un sánduchito, un cafecito, un pedazo de torta, pero al mismo tiempo puede encontrar una pasta o una ensalada, es decir, platos con mayor elaboración. Los mismos clientes me fueron pidiendo otras cosas, entonces empecé a preparar platos más de restaurante, y ahora ‘Puro’ es un café-restaurante del que me siento orgullosa.

*Por: Heidy Espinosa 

Fotos: Rodrigo Sandoval 

Don Jediondo

Pedro González conversó sobre su restaurante, presente en 18 ciudades colombianas.

Cada mañana, el aroma del pan, las colaciones, los bizcochuelos y las empanadas impregnaban los alrededores de la panadería de doña Margarita González. Allí, con las ayuda de sus siete hijos, ofrecía los frescos alimentos a los pobladores de Sutamarchán, en el departamento de Boyacá, a mediados de los años 70.

Todos colaboraban: amasando, horneando, lavando implementos o vendiendo las delicateses; en especial su hijo Pedro González, cuyo amor por los sabores típicos colombianos fue creciendo a medida que pasaban los años.

Aunque el joven se licenció en periodismo y se transformó en uno de los humoristas más importantes del país gracias al personaje de ‘Don Jediondo’, él nunca olvidó sus raíces ni la conexión que encontraba con la cocina.

Por eso en el 2005, cuando tocó decidir qué hacer con un local que había comprado y no pudo arrendar en un centro comercial de Bogotá, eligió aventurarse en el negocio de los restaurantes como un homenaje a la memoria de su progenitora y de la panadería en la que trabajó toda la familia.

Así nació un proyecto de comida rápida de platillos colombianos llamado Don Jediondo, sopitas y parrillas, en cuyo menú plasmó las recetas más tradicionales del país: ajiaco, mojarra frita, cocido boyacense, lengua criolla en salsa, guiso de cola, mute y hasta hamburguesas.

“Desde pequeño siempre tuve la inquietud de tener un negocio de comida por la influencia de mi madre. Ella siempre nos enseñó a cocinar, a hacer pasteles, productos de panadería y me parece que es un tributo tener un negocio en honor a sus recetas”, confesó el empresario y humorista durante su reciente visita a Cúcuta.

Sus ojos se iluminan al continuar hablando de la mujer que lo trajo al mundo: “Fue una señora muy humilde que arrancó de menos 0, porque aparte de que no tenía ni un peso, entró a la vida debiendo plata, entonces fue una señora emprendedora, que logró sacar adelante a sus siete hijos, fue un modelo de admiración para mí”.

 

Sin duda, se siente orgulloso de sus raíces y también de su restaurante, transformado en una próspera franquicia con presencia en 18 ciudades del país, que busca promover los sabores nuestros, los de casa, los del hogar, porque él entiende que como colombianos “debemos sentirnos orgullosos no solamente de nuestra música, sino de nuestra ruana, de nuestra manta, de nuestra comida, sin tener que copiar modelos de platos de afuera”.

González nunca quiso desligar su humor con el de su proyecto restaurantero, por eso cuando los comensales detallan el menú que presenta el establecimiento, se encuentran con caricaturas y chistes. ‘Mazamorra chiquita, la que prepara mi agüelita’, ‘Trucha de la tía Marucha’ y ‘Lengua en salsa criolla. Esta lengua habla por sí sola (...) Es tan güena que sumercé se la come y queda hablando como cuatro idiomas’, son algunas de las frases de doble sentido que se leen en la carta.

Con el equipo de Deléitese, ‘Don Jediondo’ conversó sobre el restaurante y reveló sus gustos al comer.  

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Entre tantas ocupaciones profesionales,  ¿cómo hace para encargarse de sus restaurantes?

Es organizarse. Cualquier negocio es duro y si uno no le pone corazón, aún más todavía.  Al frente está mi esposa, que es quien administra. Pero gracias a Dios he hecho algunos cursos de cocina también y cuando voy a los locales me gusta meterle mano detrás de la cocina. Por ejemplo, si veo un huevo mal preparado o cualquier otro plato, yo mismo me encargo de devolverlo para que se vuelva a hacer y quede perfecto.

 

¿Es complicado abrir un restaurante en Colombia?

En Colombia hay una carga tributaria grandísima para montar empresa, una carga parafiscal que hay que pagar muy alta. En estos momentos con el paro camionero y con el fenómeno del Niño se han encarecido muchos los productos; siempre es duro pero hay que meterle corazón y la voluntad de Dios, que es el dueño de todo.

 

Del menú de ‘Don Jediondo’ ¿cuál es su platillo favorito?

Todos (risas) pero debo decir que me encanta la mazamorra chiquita y cuchuco de trigo, que son dos sopas colombianas deliciosas. Ojalá todos pudieran probarlas, así no sea en ‘Don jediondo’, porque son una delicia.

¿Qué nos puede decir de su mute santandereano?

Tenemos el mute boyacense y el mute santandereano, ambos son deliciosos y cada uno tiene sus diferencias. Nuestro mute santandereano lleva garbanzo, macarrones o un ingrediente de pasta.

 

Con la presencia de ‘Don Jediondo’ en 18 ciudades colombianas ¿qué tanto cambian los gustos de los comensales?

Hay algunas ciudades donde no se pueden poner en el menú los mismos platos. Por ejemplo, en Cartagena rotan bien las sopas, de pronto por el turismo. En Bucaramanga y la Costa se mueve muy bien. En Bogotá las carnes tienen buena rotación.

 

¿Cuándo abrirá su restaurante en Cúcuta?

Cuando ayuden a conseguir local (risas). Porque, por ejemplo, uno va al Ventura o a Unicentro y no hay local. Y el local que habíamos comprado al final ya no lo van a hacer. De pronto nos pueden ayudar a conseguirlo en El Malecón o en la Avenida Cero porque nosotros queremos tener un punto de ‘Don jediondo’ acá o en la ciudad de Ocaña que están haciendo un centro comercial muy bonito.

 

¿Tiene planes de llevar su modelo de negocio al exterior?

Tenemos planes de abrir en Miami. Allá hay una colonia de colombianos y venezolanos muy grande y creo que nos podría ir bien. Ojalá pronto se dé para el próximo año.

 

Otras personalidades del espectáculo nacional han invertido en el área gastronómica ¿qué le parece?

Fabuloso, muy bacano, ojalá que lo sigan haciendo. ‘Don jediondo’ dio como el primer pasito y han habido colegas que lo han seguido haciendo y me parece bien, porque en vez de malgastar sus ahorros, me parece perfecto que lo inviertan en un negocio. Yo oro para que les vaya bien.

 

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Sus gustos culinarios

 

¿Qué sabor lo devuelve a la niñez?

El del pan fresco. Nosotros deseábamos que llegara las 9:00 de la mañana que salía la primera tanda de un pan hecho en horno de leña, que ya no se usa, aunque es una buena noticia por el tema del medio ambiente, pero ese recuerdo lo tengo perenne siempre, porque me recuerda la comida que preparaba mi madre: las colaciones, las empanadas, los bizcochuelos.

¿Es amante del dulce?

¡Mucho! Me fascina el arroz con leche, el postre de nata. A mi hija le gusta mucho uno que se llama Milhojas y una cuajada con melao.

 

¿Qué acostumbra a comer en su casa?

A nosotros un plato que nos une en familia son las papas chorreadas y la pasta a la carbonara con pan francés, no al tiempo porque son harinas (risas).

 

¿Y cuando está en la calle?

Principalmente voy a los centros comerciales a ‘Don jediondo’ pero también vamos a otra parte aunque la gente lo mire a uno. Nunca falta el que diga: ‘Este teniendo restaurante por qué come aquí´, pues porque quiero y mi Dios me da la posibilidad.

 

¿Se ha sentido incómodo?

Al principio lo era, pero ahora me relajo, disfruto el momento con mi familia o con las personas con las que esté. Además que todos tenemos el derecho de hacerle el gasto a los demás también.

 

¿Cuando viene a Cúcuta en dónde come?

Cuando hemos venido con la emisora, nos vamos para ‘Londero’s Sur’, que me parece muy bueno y hay unas plazas de comida muy buenas por el Malecón.

 

¿Le gusta el pastel de garbanzo?

Me fascina, lo probé hace como dos años que vine a Cúcuta y me parece exquisito.

 

¿Lo incluiría en el menú de su restaurante?

¡Claro! Imagínate, es que es un deleite para el paladar, es una maravilla.

 

*Por: Alicia Pepe

*Fotos: Internet

 

Vani Hari

Investigar los ingredientes usados en los productos vendidos por la industria alimentaria.

Más de cuatro millones de personas en todo el mundo siguen su blog Food Babe, y en marzo de 2015 la revista Time incluyó su nombre entre los de las 30 personas más influyentes de Internet. Vani Hari es una activista que lucha contra las trampas de la industria alimentaria y que está revolucionando el mundo. 

Pero no sólo es capaz de hacer sonrojar a los directivos de las grandes compañías – o sonreír a aquellos que abogan por una alimentación mejor –, sino que sus investigaciones y batallas han acabado obligando a gigantes de la alimentación como Kraft, Subway y Starbucks a reorientar sus políticas empresariales para elaborar productos más saludables. 

El hecho de que Subway eliminase del pan de sus sándiwch un fuerte químico, azodicarbonamida, utilizado también para hacer esterillas de yoga, es solo un ejemplo de los logros que esta activista de la comida sana ha conseguido.

El año pasado presentó en España su libro El método Food Baby, en el que denuncia la cantidad de componentes nocivos que traen los alimentos envasados y, además, aconseja 21 hábitos sencillos para remplazar la comida basura por una dieta saludable.

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Llama “Food Babe Army” a su legión de seguidores. ¿Cuál es el objetivo de este ejército?

Son todo ese grupo de personas que forman parte de la revolución alimentaria que está ocurriendo ahora mismo en el mundo. No sólo se preocupan por la salud de ellos mismos, sino también por la salud de los otros. Y son los únicos que pueden ayudar a que las decisiones de las compañías de la industria alimentaria tomen otra dirección.

Por ejemplo, cuando descubrí que los marrones con queso de Kraft Food en EE.UU contenían colorantes artificiales, mientras que en Europa el mismo producto se fabricaba con ingredientes naturales; este ejercito me ayudó a enviar peticiones a la corporación para que sacara esos colorantes de la receta. Me acompañaron a las reuniones y estuvieron fuera presionando. Este ejército es la gran alianza que tengo para cambiar juntos el mundo, son personas con preocupaciones sociales más allá de su propia alimentación.

Además de a Kraft, le ha declarado la guerra a otras grandes compañías como Starbucks o Subway. ¿Cómo consiguió ganarles la batalla?

El primer paso es investigar los ingredientes y qué hay en la comida. Algunas compañías nos esconden los ingredientes que utilizan, como Starbucks, que hasta hace poco no nos contaba que hay en sus famosos frapuccinos y cafés. Esconderlo es legal, pero va contra la moral social, ya que la gente debe entender lo que está consumiendo.

Mi campaña contra Starbuks tenía por objeto conseguir que fueran más transparentes, porque no es sólo café y leche lo que nos ofrecen,sino que hay muchos otros ingredientes químicos detrás – como el colorante E15D – que puede ser cancerígeno de acuerdo a la Agencia Internacional de Investigación contra el Cáncer (IARC). Ahora por lo menos lo indican en sus etiquetas.

Estudió informática para acabar convirtiéndose en nutricionista. Mucha gente le ha criticado por esto...

Todo el mundo puede estudiar nutrición en cualquier momento de su vida. La salud es prioritaria para mí, por eso comencé a estudiar nutrición para aplicarla a mi vida privada. Todos deberíamos hacerlo, deberíamos investigar sobre nuestra propia salud. Porque muchos de los expertos que dicen qué es saludable y qué no obedecen a las leyes del marketing.

¿Qué la motivó a dedicarse por completo a FoodBabe?

Tan pronto me di cuenta de que las grandes compañías estaban reaccionando a mis escritos supe que debía renunciar a mi trabajo. La pasión por compartir lo que iba aprendiendo se fue tomando mi vida y supe que podía tener mucho más impacto en la industria alimenticia si dedicaba toda mi energía a esto.

Qué lucha tiene mayor prioridad para usted: ¿Los transgénicos o el azúcar?

Los transgénicos. Lo más importante es luchar para que las compañías sean transparentes. Que nos den informaciones sobre qué contienen los alimentos introduzcan. Ese acceso a la información está legalizado en casi todas las partes del mundo, mientras que en EE.UU no. Y los consumidores tienen que saber qué están consumiendo.

El azúcar es también un problema, pero no es un problema en sí mismo, sino que el problema está en los alimentos procesados que lo incluyen. Las frutas y verduras están diseñadas para que nuestro cuerpo digiera el azúcar correctamente. Lo que no podemos asimilar correctamente son los azúcares refinados. Por lo que la lucha contra el azúcar es la lucha contra la comida procesada. Deberíamos volver a la cocina y comenzar de nuevo a cocinar. Así sabremos exactamente la cantidad de azúcar que ponemos a la comida.

 

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En su libro dice que “no debemos culpar sólo a los compañías del modo en el que nos alimentamos”. Quién es más responsable, ¿la empresa o el cliente?

Ambos somos responsables. Si la ciudadanía no se empodera es posible que las compañías sigan utilizando ingredientes no saludables para su propio beneficio. Es responsabilidad de la sociedad conocer, investigar y tener esta capacidad de influencia.

También cuenta que muchos de los ingredientes adictivos que incluyen las comidas procesadas en EE.UU son aprobados por la Food and Drug Association (FDA) sin ser sometidos antes a pruebas de seguridad.

Hay como 10.000 aditivos químicos en la industria alimentaria Norte Americana que han sido testados, pero aproximadamente 3.000 nunca han sido sometidos a pruebas, ni existen estudios sobre ellos.

Pero el principal error es que es el propio FDA quien se apoya en las empresas para hacer estos estudios, delegando en ellos los resultados de los mismos. Entonces, obviamente, ni los test ni los estudios podrán ser nunca independientes. Cada empresa mirará por sus intereses.

De los 21 consejos que ofrece en su método para liberarnos de las toxinas de los alimentos, ¿cuáles son los tres más importantes?

El primero sería tomar algo verde líquido cada día, como un zumo de espinacas. Es algo totalmente sano, y por lo que veo desde que he llegado a España, aquí se come demasiado pan, queso y jamón para almorzar.

El segundo sería volver a la cocina. Dejar la cocina procesada y los restaurantes, la gente que cocina por ti y que tú no controlas.

Por último, convertirnos en conocedores e investigadores de qué estamos comiendo. En caso de que en el supermercado al leer los ingredientes de un producto no sepamos qué es algo de lo que contienen, simplemente dejémoslo allí de nuevo en la estantería.

*Por: La Vanguardia.com 

Virgilio Martínez

Dirige la cocina 'Central', el restaurante catalogado como el cuarto mejor del mundo y con una estrella Michelin. 

Una fractura en la clavícula cambió para siempre la vida de Virgilio Martínez. Era un patinador semi profesional y también un fiel devoto de la gastronomía. 

“Ahí es cuando dejé de patinar. Lo amaba, pero una vez que empecé a cocinar, dejé todo eso atrás y me involucré por completo en la cocina. Pensé también en ser arquitecto, pero quería viajar, cocinar me permite hacer eso”, cuenta el chef, dueño de 'Central', el restaurante catalogado como el cuarto mejor del mundo y con una estrella Michelin a su nombre. 

Martínez Piensa en comida desde el momento en que se despierta, empezando con qué café preparar. Hace un mes estaba en Tokio cocinando en el restaurante RyuGin, en la Ciudad de México para los premios de los 50 Mejores de Latinoamérica y buscando comida y filmando en Acomayo cerca de Cuzco, para CNN. “Fui a la comunidad andina y usualmente visito cerca de Cuzco que produce papas raíces, hierbas salvajes y otros tubérculos”, dijo.

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“Dormimos en casas que pertenecían a los residentes de Acomayo y ellos en verdad nos cuidaron; cocinamos juntos y salimos a buscar comida”.

Mostrando el paisaje diverso de Perú

Si bien Martínez –cuya estrella Michelin está relacionada con su local Lima London del Reino Unido– dice que sería sencillo usar productos de otros países, la mera existencia de 'Central' se basa en la diversidad de la despensa peruana, que va desde el océano Pacífico, el Amazonas y los Andes.

De hecho, Mater Iniciativa, el proyecto de investigación cultural y biológico que inició con su hermana Malena, es el punto clave del menú de degustación Mater Elevations del restaurante 'Central', una cena de 17 tiempos que presume las diversas altitudes de Perú.

Transitar su tierra natal para obtener ingredientes poco usados o encontrar un nuevo terreno de cosecha es esencial.

“Me gusta combinar nuestra geografía –trabajamos con muchos ecosistemas así que es importante moverse y no sólo estar en la cocina. No creo que un proveedor deba venir a mí, sino que yo debo formar una relación con él, su tierra y sus productos”, dice el peruano.

 

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“El concepto de Central no se vive sólo a través del restaurante sentándose en una mesa, también a través de Mater Iniciativa”, dice.

“Las redes sociales son muy útiles pues puedo compartir un poco del campo que visitamos. Pongo una foto pues es importante que nuestros clientes vean a dónde vamos y qué cocinaremos ese día”.

Si le pregunta por su destino turístico favorito, Martínez tiene una predilección por Asia.

“Amé Tailandia y todo lo que ofrece Asia me fascina: las tradiciones, sus millones de años de historia y además la comida es increíble”, dice. “Me encantaría visitar China. Si no estuviera tan lejos, iría a Mongolia y de ahí hacia abajo”.

A él le gusta visitar espacios tradicionales de comida. Un lugar en particular de los que frecuenta se especializa en cocina tradicional peruana. “Isolina sirve cocina hogareña: tortilla de almeja, pollo al escabeche con arroz blanco, lomo salado, cosas que no he comido en mucho tiempo pero que están regresando”, dice Martínez.

“El ceviche y la cocina moderna han tomado el poder en los últimos años así que si bien esta comida no es popular, en verdad me gusta de todas formas”.

El experto tiene dos libros publicados: 'Lima The Cookbook' y 'Alturas', enfocado en su local 'Central'.

*Por: CNN en Español

*Fotos: Tomadas de internet

 

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