El nortesantandereano condice con su esposa una microempresa de yogur artesanal en Chinácota.
Personajes
José
Contreras
Hace 16 años José Contreras empezó a producir yogur artesanal para un pequeño comerciante de Los Patios, sin saber cómo prepararlo. Se llevó para Chinácota los tanques y los refrigeradores que su jefe le dio, y junto con su esposa, Rosmira Dasas, aprendieron a ensayo y error.
El yogur que elaboraban era casero, hecho con replique; es decir, a base del cultivo de otro yogur, pues así lo hacían otros negocios de la región. José recuerda que al principio perdían muchos litros de leche porque el yogur no espesaba. “A veces quedaba ácido, a veces baboso, otras veces espeso o muy aguado”.
Inquieto porque el producto no salía como esperaba, empezó a buscar otro método de preparación que funcionara. “Empezamos a medir la leche con temperatura y a traer nuestros propios cultivos desde Bogotá para no hacer replique”, explica el nortesantandereano.
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Con esta adecuación mejoró el yogur. Sin embargo, las frutas que su jefe le proporcionaba no eran las más frescas, lo que afectaba el sabor del yogur. Cansado de esta situación, seis meses después, José renunció y decidió emprender con su esposa.
Comenzaron con la preparación de 10 yogures diarios, que él mismo ofrecía casa por casa en su bicicleta. Así es como nació Conlacteos, la empresa familiar que decidió fundar.
Modelo de emprendimiento para exportar
Actualmente, con su esposa Rosmira e hijo mayor Edwin Contreras -quien estudia ingeniería de alimentos en la universidad de Pamplona- tienen una pequeña planta artesanal en Chinácota y allí preparan yogur, arequipe y postres.
“Hemos aprovechado los conocimientos de mi hijo y nuestra experiencia para mejorar el producto y hacerlo delicioso” cuenta con orgullo.
En estos momentos producen aproximadamente 300 yogures de 2 litros a la semana que se distribuyen en 10 puntos en Cúcuta y en su local en Chinácota. El yogur de Conlacteos tiene una textura cremosa y nada que envidiarle a los yogures de producción a gran escala.
Según José, los favoritos de los clientes son los de kiwi y ciruelas. Pero la lista de sabores es más larga: ofrecen 11 sabores en tres presentaciones, entre los que se encuentran yogures inusuales como el de frutos verdes, mandarina o ron con pasas.
Todos los insumos son traídos de la región. La leche que usan se produce en la hacienda Iscalá y las frutas son compradas a pequeños productores de Pamplona, Chinácota o en Cenabastos, en Cúcuta.
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“El gran secreto de nuestros yogures es que no le bajamos a la calidad de los insumos de nuestros productos. Las frutas son cuidadosamente seleccionadas por nosotros, y usamos solo envases nuevos”, expresa José, quien espera que más adelante sus dos hijos tomen las riendas de su negocio.
*Por: Heidy Espinosa
Fotos: Rodrigo Sandoval