Emprendedoras de Mutiscua le apuestan al pan
Doña Enedina amasa con destreza. Es consciente que para obtener un rico pan, el principal secreto consiste en que la masa gane elasticidad y pueda generar el aire necesario para expandirse.
Sus manos se funden en ella, cual director orquestando cada movimiento de sus músicos. En una jornada, puede preparar unos 100 bollos, repartidos entre pan dulce, pan integral, pan tostado, manitas y roscón, que luego de dejarlos reposar, lleva a un horno artesanal que lo transforma en irresistibles colaciones.
Paledoñas, galletas de maíz y de coco, son algunos de los productos que elaboran (Foto: Mario Caicedo)
Enedina Suárez Hernández es una de las 15 mutiscuanas que pertenecen a la Asociación de Mujeres Emprendedoras de Mutiscua, que se conformó en el 2004, con el fin de de convertirse en microempresarias y sacar a sus familias hacia adelante.
Todas las mujeres, cuyas edades oscilan entre 45 y 65 años, son cabezas de hogar y fueron capacitadas en panadería y pastelería por el Sena. Justo en el 2005, diagonal a la plazoleta de Mutiscua, abrieron la pequeña panadería, en donde ofrecen panes y dulces, a propios y turistas. Todas se rotan en turnos de 8 horas, para atender el establecimiento.
A lo lejos, muchas veces la vista hace una mala jugada. Panadería ‘Amén’ se lee desde la distancia, pero cuando ya se está a unos metros, el verdadero nombre se posa frente a los ojos: Panadería Amem, que es la sigla de la Asociación de Mujeres Emprendedoras de Mutiscua.
Trinidad Jaimes, Blanca Suárez y Enedina Suárez, en la entrada de la panadería (Foto: Mario Caicedo)
En este modesto lugar, de paredes de bloque y piso rústico, el aroma de las colaciones atrae. En el mostrador se aprecian frescas galletas de coco, mojicón, bizcochos, rosquillas, galletas de maíz, paledoñas, roscones y manitas.
“Tenemos precios solidarios. Desde 200 pesos cada pieza”, comenta Enedina, acompañada por sus socias y amigas: Blanca María Suárez y Trinidad Jaimes.
Toda la semana (excepto los martes), la panadería abre sus puertas bien temprano. Las mantecadas, esponjosas y apetecibles, son las preferidas por los pobladores, principalmente en el desayuno.
Las galletas, los roscones y mojicones también tienen buena salida, a decir de las representantes, quienes pese a las carencias en cuanto a equipos se refiere, siguen trabajando con amor y entrega, para brindar productos deliciosos y de calidad.
Roscones, el producto estrella del establecimiento (Foto: Mario Caicedo)
Trabajo contracorriente
En el segundo piso de esta casa, las asociadas tienen su pequeño taller de cocina. Comenzaron con 2 hornos, pero uno se averió hace tiempo atrás, por lo que tuvieron que reducir la producción de colaciones.
Tampoco disponen de un cuarto de crecimiento (que permite que la fermentación de la masa se realice de 2 a 4 horas), por lo que deben invertir más de un día para que la masa doble su volumen, antes de llevarla a hornear.
En la panadería también ofrecen gaseosas, huevos criollos y golosinas (Foto: Mario Caicedo)
Otros de los problemas con los que deben lidiar día a día, tiene que ver con la cilindradora de masa, que es la herramienta que funciona como rodillo para ‘sobar’ o aplanar la masa.
“Por ser un equipo muy viejo, ya el motor no funciona al 100%, por lo que debemos pasar varias veces la masa por los rodillos, hasta conseguir la textura adecuada”, explica doña Trinidad Jaimes.
Las ganancias (que son pocas) son distribuidas equitativamente entre las integrantes de la asociación. Cada una destina dichos recursos para la manutención de sus hijos. Por eso, resulta cuesta arriba para ellas, poder adquirir un nuevo horno.
“Aumentar el precio no es una opción viable, ya que muchos habitantes del pueblo están acostumbrados a pagar poco por estos productos”, reconoce doña Blanca Suárez.
Doña Enedina añade que hay vendedores que llegan desde Pamplona a ofrecer alimentos parecidos, pero de menor calidad, hasta en 150 pesos. “La situación es difícil, pero nosotras nos aferramos a nuestra excelente calidad”.
El único, pero contundente llamado que hacen, va dirigido hacia la Alcaldía de Mutiscua o cualquier organismo público que les pueda proveer de recursos económicos o de equipos, para poder aumentar la producción y garantizar el bienestar de las asociadas y sus familias, que en números se traduce en lo siguiente: 120 personas de las casi 3700 que habitan en este pueblo nortesantandereano, según datos poblacionales del 2015.

Periodista. Escribir, viajar y escuchar música, placeres que mueven mi mundo.